MM y RUSLÁN TORRES

Espacio para la seguridad afectiva | Explanada de Santa María la Ribera, Ciudad de México | 01 de mayo, 2010

POR ADRIÁN MONROY

A pesar de que han pasado algunos meses, el recuerdo se expande. Tratar de evocar de manera clara es complicado por la multiplicidad de sucesos en corto tiempo. Muchas preguntas surgieron, y también se presentaron situaciones extrañas. Todo esto por la visita de Ruslán Torres, artista invitado a participar en el desarrollo de una pieza colectiva con los integrantes del Seminario.

Durante su presentación nos explicó el desarrollo de las actividades que ha llevado a cabo en su taller de arte, y nos contó las experiencias vividas en diferentes etapas, lugares y grupos. Nos mostró, además, una serie de acciones hechas por sus alumnos. Un par de estas piezas nos motivaron y emocionaron por la fuerza con la que se identificaban con la situación que desde hacía unos años habíamos comenzado a vivir en el país: por una parte, los medios amarillistas dibujaban en el imaginario colectivo una violencia latente, seguida de tensión y pánico disimulado; por otra, las políticas de sobrevigilancia policiaca en la ciudad se agudizaban. Cuando Ruslán comparaba éstas con las de Cuba, se le dibujaba una sonrisa en el rostro, pues lo que vivimos en cuestión de espionaje de Estado no se compara en nada con lo que se vive en la isla. Estos temas desataron una charla que duró varias horas y en poco tiempo logró una peculiar comunicación con quien hasta entonces era un completo extraño. Fue un día de política, arte, pizza y cerveza, gran combinación.

El principal problema en el que todos coincidíamos era que estaba creciendo y haciéndose explícito un miedo colectivo que impedía que la gente confiara en los demás, síntoma de las circunstancias referidas. Y esto nos comprometía: ¿qué podíamos hacer frente a ello?, ¿cómo podíamos exorcizar ese problema, al menos momentáneamente?, ¿cuáles eran nuestras posibilidades como artistas para hacer algo?, ¿acaso nos correspondía?

La respuesta estaba implícita de algún modo al momento de hacernos la pregunta. Sin embargo, no era evidente, faltaba el cómo. Primero pensamos en acciones individuales, ejercicios sueltos con los cuales no llegamos a ningún lugar. Al día siguiente había ya una idea en el aire: brindar a la gente seguridad a través de una acción, un gesto sencillo basado en algo que a nosotros nos diera seguridad en situaciones difíciles. Sonará extraño, pero a mi parecer conocimos el lado simple del arte, y no lo digo de manera despectiva, sino con una particular admiración. Quizá ya habíamos pensado en ello, pero nunca materializado de manera tan clara, natural y sencilla. Algunos optaron por hacer rituales; otros por escuchar, charlar, abrazar, trabajar con el cuerpo, con la memoria. Al final teníamos veinte maneras diferentes de dar una atención afectiva. Logramos diseñar un espacio simple y sencillo, un espacio casi virtual donde como artistas brindábamos un servicio de seguridad afectiva, un nuevo nicho a desarrollar a través de los servicios públicos.

La mañana del primero de mayo la gente de la plaza de Santa María la Ribera se extrañaba cuando les ofrecíamos nuestros servicios. Pese a ello, fuimos bien recibidos y los resultados fueron magníficos. Por un momento logramos brindar la seguridad anhelada en un espacio sin paredes ni límites, en un espacio abierto que se llenó de sonrisas, reflexiones y hasta lágrimas. Al llegar la tarde desapareció sin más, y dio paso a la trivial cotidianidad de la plaza, al final de una extraña semana.

Ruslán Torres (Holguín, Cuba, 1976). Egresado del Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana y máster en Arte, se ha desempeñado como jefe de la cátedra de Pintura de la Facultad de Artes Plásticas del ISA, miembro de la UNEAC, integrante de DUPP, jefe del proyecto Departamento de Intervenciones Públicas (DIP). Desde el año 2001 ha desarrollado el proyecto L-Conduct-Art con estudiantes del ISA. Sus obras se han expuesto en Cuba, Suiza, Brasil, Líbano, China, Colombia, España, Alemania y EE.UU. Participó en el Salón de Arte Cubano Contemporáneo y en la Bienal de La Habana. Sus piezas se encuentran resguardadas en colecciones privadas e institucionales de Cuba, EE.UU., México, Suiza, Alemania y Perú. Ha impartido conferencias y talleres especializados en Cuba y el extranjero.